EL CAMINO HACIA LA AUTOSUFICIENCIA SIN PLÁSTICO DE ESTA ARTESANA EN UN PUEBLO DE CANTABRIA

Este post forma parte de la serie “Hogares reales sin plástico”, en la que te mostramos cómo personas normales, como tú y como nosotras, reducen su uso de plástico. Y lo hacemos mostrando sus logros, sus fallos, sus esfuerzos y sus aprendizajes sin juicios y con muchas ganas de aprender.

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Belén es una artesana que vive y trabaja en el pueblo de Celis, una localidad de un centenar de habitantes en el despoblado valle del Nansa, en Cantabria.

En esta entrevista nos cuenta cómo decidió empezar a dejar el plástico y su camino hacia una autosuficiencia que le permita dejar de generar tantos residuos.

Hola, Belén. Cuéntanos, ¿quién eres y cómo comenzaste a vivir sin plástico?

Soy Belén y vivo y trabajo en Celis, un pueblo de unos 100 habitantes donde tengo mi pequeño taller y tienda de artesanía local. Aunque no siempre he vivido aquí. De hecho crecí en una aldea a tres kilómetros que tiene en la actualidad unos 50 habitantes. Mis padres, abuelos y tíos siguen viviendo allí.

Cuando me fui a estudiar viví en la ciudad e incluso en el extranjero pero siempre tuve claro que iba a enraizar en un pueblo.

Así que decidí volver después de vivir en Noruega, donde estuve muy en contacto con la naturaleza y conocí a gente que tenía una forma de vida que yo deseaba tener: productores pequeñitos que hacían queso, hortelanos, señoras mayores que hacían mermeladas y tenían una vida muy saludable… Después de esa experiencia, en el 2012 decidí volver.

En cuanto al tema del plástico, una amiga escribía un blog que hablaba de la importancia de la reducción de plásticos y ahí empecé a conocer la realidad y el problema que había. Sería en 2016 más o menos.

Recuerdo que el primer paso que dí fue eliminar las bolsas de plástico. El siguiente paso fue la compra a granel, que sigo en proceso. Y después pasé a productos de higiene: el jabón, el desodorante sólido, el champú…

 

Hablemos de autosuficiencia. Tú no solo vives en el pueblo, sino que también tienes tu propio huerto, haces tus productos de alimentación… ¿cuándo empezaste a vivir así?

A mí me falta mucho para ser completamente autosuficiente. Pero en mi casa mi padre es autosuficiente sin saberlo y sin ponerle nombre. Él tiene esa forma de pensar y de consumir desde siempre. Así que en casa lo he vivido siempre.

No me planteaba que era algo excepcional, lo veía como lo normal: mi padre plantaba el maíz para hacer la torta, plantaba alubias, hacía miel con las abejas, hacía la matanza, hacía mermeladas, envasaba pepinos… hacía muchas cosas que yo veía como normales.

Luego cuando fui creciendo me dí cuenta de que la mayoría de las personas no vivía de este modo y me empecé a interesar por hacerlo yo.

Digamos que yo siempre he sido espectadora y ahora, desde hace bastante tiempo, hago yo mermeladas, hago yo las galletas (para no comprar envasadas), tenemos maíz y hago harina, tenemos gallinas y recojo los huevos, seguimos teniendo colmenas para recoger la miel, tenemos frutales: kiwis, varios tipos de manzanos, higueras, melocotoneros, piescales, ciruelos…

 

¿Y cómo te ayuda eso a reducir el plástico?

Eso me ayuda a reducir el plástico porque hace años que no compro ciertos productos.

Hace años que no compro mermelada o miel, hace meses que no compro pan… Y también hago mi propia repostería, queso, sidra, conservas…

 

¿Qué es lo que te cuesta más a la hora de reducir el plástico?

Una de las cosas que peor llevo es concienciar al entorno.

Con mi padre es fácil porque no consume. Mi padre si viviera solo sería muy autosuficiente, en un alto grado. Pero vive con mi madre (risas). Mi madre consume muchísimo plástico en cosas que son perfectamente evitables. En mi casa lo controlo, pero en la de mis padres, intento concienciarles… pero nada.

Me pasa en las reuniones familiares. Siempre me encargo de poner la mesa precisamente por eso. Porque pongo el mantel de tela, los platos que no son de plástico… Y eso supone el: “Ya está la rara de Belén con sus tonterías”. Te dicen que es más rápido cogerlo y tirarlo a un saco.

Y te da pereza concienciar porque no es una persona, es que son todos. Si dijéramos que solo es mi madre… pero es que es mi hermana, el novio de mi hermana, mis primos… Y al final dices, para qué voy a hablar si siempre termino siendo la rara. A lo mejor es un error pero ya he dejado de intentar concienciar.

Y, si te soy sincera, a veces también me cuesta no caer en la tentación de comprar algo que me apetece mucho pero lo venden en plástico, como algunas galletas especiales. Me cuesta no caer en la tentación de consumir ciertos productos.

 

Tú que has vivido en ambos lugares, ¿es más sencillo ser autosuficiente en la ciudad o en el pueblo?

Ser autosuficiente es más fácil en el pueblo porque tienes terreno, tienes lugar para los animales, tienes acceso a una comunidad porque si tú no tienes gallinas, pues el vecino te da gallinas… Entonces es más fácil porque tienes una red de recursos que juegan a tu favor.

También hay una especie de trueque. Bueno, no exactamente trueque porque no esperas que te den nada a cambio, pero existe eso de: “Yo he cultivado tomates y me sobran muchísimos”. Pues te los traen y los envasas. Y tú de repente tienes un montón de alubias, y haces lo mismo.

 

¿Y en cuanto a la vida sin plástico en el pueblo?

Es verdad que yo nunca me he planteado una vida sin plástico en la ciudad porque cuando empecé a plantearmelo ya vivía aquí.

Pero en el pueblo me resulta difícil en algunas cosas. Por ejemplo, con la planificación. Me cuesta planificarme para ir una vez a la semana a comprar. Y es difícil evitar el plástico porque, si se me acaba la sal, tengo que ir al ultramarinos del pueblo (que tiene los productos básicos) y comprarla envasada.

Por ese lado creo que es más fácil en la ciudad porque lo tienes más a mano. Aquí la tienda a granel más cercana la tengo a 50 minutos en coche.

 

¿Y cuáles son tus trucos para comprar sin plástico en el pueblo?

En el pueblo no puedo hacer la compra sin plástico, Así que cada mes más o menos voy a Santander a la tienda a granel.

Aquí en el pueblo intento reducirlo todo a la compra de fruta y, a veces, de carne llevando mi propio recipiente.

 

Tú eres artesana, ¿cómo llevas esta filosofía de la autosuficiencia, el aprovechamiento y la vida sin plástico a tu trabajo?

Yo trabajo madera y tela e intento adaptar el trabajo al material que tengo. La madera siempre que puedo es madera reciclada. Si tengo un trozo determinado intento pensar en lo que puedo hacer con él.

Aunque obviamente, hay productos como las tablas de cocina de madera que no las puedo hacer con madera reciclada.

Pero las bandejas de cocina o los juegos para niños, memories o bloques, sí los hago con madera reciclada. Por ejemplo, el último juego que he hecho lo he fabricado a partir de una estantería rota.

Además aquí en la tienda todo lo envolvemos sin plástico, las etiquetas y tarjetas son de papel reciclado y reutilizamos las bolsas de papel.

Todos los materiales los compramos a negocios locales: las telas para coser delantales y mochilas infantiles las compramos en un taller a 30 km, o la madera para las tablas de cortar la compramos en otro pueblo cercano e intentamos que sea de origen sostenible.

 

Tanto la vida sin plástico como la autosuficiencia tienen en común el intentar no consumir lo que no sea necesario, ¿cómo llevas esta filosofía a otras parcelas de tu vida?

Pues por ejemplo en cuanto a ropa… tengo que confesar que me gusta la ropa. No la moda. Pero me gusta la ropa y eso llegaba un momento en el que chocaba un poco con la filosofía que quería implementar.

Así que desde hace dos años y medio no compro ropa nueva, solo de segunda mano. Que es un poco la manera de mantener mi interés por la ropa pero no consumir prendas nuevas.

Y además, hago bastantes trueques.

Mi hermana consume mucha ropa y enseguida se aburre de ella, así que ahí tengo yo un mercado (risas).

Y luego yo también veo que después de unos meses no me pongo ropa y lo que hago es trueque con una amiga y mi prima. Y cuando ellas tienen ropa que ya no usan hacen lo mismo.

 

¿Qué le dirías a una persona que quiera mudarse de la ciudad al campo para vivir una vida más alineada con la naturaleza?, ¿qué consejo le darías?

Yo le aconsejaría que se rodeara de gente mayor. Yo, mucho de lo que sé, mucho, viene de mi abuelo. Mi abuelo tiene 94 años y en su día era 100% autosuficiente.

Mi abuelo no entiende que haya tierra sin plantar. No lo entiende. Dice: “yo porque soy muy mayor que si no la plantaría”.

A la persona que venga de fuera le recomendaría eso: que se rodeara de gente mayor. Porque ellos no era que vivieran pensando en el medio, en protegerlo… No, es que ellos eran el medio.

Entonces para ellos es su manera natural de vivir y te lo transmiten de una manera tan lógica que… es muy necesario.

 

¿Qué es eso que te sorprende todavía que las personas no sepan acerca de vivir en el pueblo?

Que se puede vivir de la tierra. Es algo que no sabemos, yo tampoco. Pero se puede vivir únicamente y absolutamente de la tierra. Es que mi abuelo no tuvo un sueldo para poder comprar hasta que tuvo hijos. Sus primeros años vivía exclusivamente de lo que producía: tenía huerto, ovejas, gallinas, vacas… y con eso vivía.

Eso es lo que no sabemos.

 

¿Y qué aconsejarías a alguien que quiera empezar un huerto?

Yo creo que quien quiera empezar un huerto sin saber nada tiene que empezar con plantas que sean sencillas y se den bien para que no se venga abajo. Que no empiece por plantar tomates porque llevan mucho cuidado, son muy especiales, te viene una niebla (como dice mi abuelo) y te los destroza. Por ejemplo: el calabacín, la calabaza, la berenjena… que crecen en cualquier lado. Porque te alimenta tus ganas de seguir.

 

Siendo realistas, ¿recomendarías a las personas de ciudad ir a vivir al pueblo?

Es una pregunta que me hacen muchas veces y creo que tiene cosas buenas y cosas malas.

Como cosas buenas, es una vida muy sana.

Ahora bien, la vida en el pueblo (en pueblos como este que tiene 100 habitantes) tampoco es la panacea. Sobre todo porque, si eres una persona a la que le gusta la actividad de la ciudad, puede resultar un poco monótona. Cada día se parece al anterior.

Así que depende de lo que uno busque: si buscas una vida sana, tranquila, en conexión con la naturaleza… sí, el pueblo es perfecto.

Pero si te encanta el ocio nocturno, ir al cine, la vida social… no tanto. Porque yo el cine más cercano por ejemplo lo tengo a 80 km.

Depende de cada uno. Yo si tuviera un hijo lo tendría en un pueblo pequeño como este sin ninguna duda porque me parece una vida mucho más sana y porque tienes momentos que no vas a tener en una ciudad.

Pero me imagino que en una ciudad es lo mismo, tendrás momentos que no tienes en el pueblo. De hecho, amigos míos del pueblo están viviendo en Madrid y no quieren volver. Así que depende de lo que busque cada uno.

Gracias, Belén por compartir tu vida reduciendo el plástico e intentando lograr la autosuficiencia con nosotras.

¿Qué te ha parecido la experiencia de Belén?, ¿nos cuentas qué opinas (de manera respetuosa y sin juicios) en comentarios?

P.D: ¿Te gustaría participar contándonos cómo reduces el plástico en tu hogar? Buscamos hogares de todo tipo: unipersonales, homoparentales, monoparentales, numerosos, en el pueblo, en la ciudad, compañeros y compañeras de piso, personas mayores… ¡incluso nómadas!

Queremos contar tu historia, así que si te interesa participar, envíanos un correo a info@sinplastico.com con el asunto “Hogares sin plástico” y nos pondremos en contacto contigo.

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