ENTREVISTAMOS A NICOLÁS OLEA, EXPERTO EN DISRUPTORES ENDOCRINOS
El Doctor Nicolás Olea es catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada. Es el autor del Libro Liberáte de tóxicos.
Muchas de las personas que lean esta entrevista nunca habrán escuchado hablar de los contaminantes hormonales. Así que, para empezar, ¿qué es un disruptor endocrino?
Es el nombre que tradujimos directamente del inglés (“endocrine disruptors”). Son compuestos químicos que alteran el mensaje hormonal. Las hormonas conectan unos órganos con otros y son mediadores químicos. Pues estos disruptores endocrinos son sustancias que modifican, alteran o interfieren este mensaje hormonal.
Un muchacho joven en una conferencia hace poco me dijo que hackean el mensaje hormonal. Pues eso son los disruptores endocrinos: sustancias que hackean el mensaje de las hormonas.
Como personas que nos dedicamos a combatir el plástico, hay algo que nos preocupa especialmente: ¿está el consumo de plástico relacionado con el cáncer?
Pues es una pregunta excesivamente directa porque si dices sí, inmediatamente se te echan encima. Pero si dices no, te estás olvidando de años de investigación que relaciona los componentes del plástico y el cáncer.
La respuesta es sí: algunos componentes del plástico tienen actividad hormonal. Y esa actividad hormonal puede estar relacionada con la génesis de tumores, sobre todo los tumores dependientes de las hormonas.
Por ejemplo, el bisfenol A que se utiliza para hacer uno de los plásticos más comunes, el policarbonato, e interviene en otro producto muy común, las resinas Epoxi. Ese bisfenol A tiene actividad hormonal estrogénica y promueve en animales de experimentación un desarrollo mamario y la predisposición de esa mama a la aparición de tumores malignos.
Muchos años de investigación y mucha ciencia costeada por el público que nos debería obligar a actuar con cautela con la exposición a bisfenol A. Es tan serio lo que te estoy contando que la UE prohibió el 30 de julio de 2011 los biberones de policarbonato. Y el 1 de enero de 2020, hace unos días, prohibió los tickets térmicos hechos de bisfenol A. Toda una serie de medidas por los efectos hormonales de esos componentes de los plásticos.
Pero el problema no está solo en el bisfenol A, ¿verdad? ¿Hay más componentes hormonales en los plásticos que pueden ser potencialmente cancerígenos?
Así es, hay muchos componentes hormonales en los plásticos. Por ejemplo, está todo el grupo de los ftalatos, que algunos de ellos tienen una regulación estricta pero no obstante muchos de ellos tienen actividad hormonal y por tanto pueden modificar el medio ambiente donde se desarrollan las células, que en un momento determinado pueden transformarse en cánceres, tumores malignos.
Hay componentes de los plásticos como el antimonio o los filtros ultravioleta, que se le ponen añadidos para proteger el contenido del propio plástico, o los antioxidantes como los nonilfenoles y alquifenoles, que se utilizan como antiamarilleantes.
Hay muchos compuestos de los conocidos como disruptores endocrinos que tienen una relación directa con el plástico, ya sea como monómeros del plástico o como aditivos empleados para que el plástico tenga las características técnicas que tiene.
En un artículo de nuestro blog, hablábamos de las consecuencias del consumo del plástico en la infancia y recogíamos una cita tuya en la que asegurabas que el 100% de los niños orinan plástico. ¿Cómo llega ese plástico a su orina?
Ese editorial ha disgustado enormemente a muchos escuchantes. A unos les ha gustado mucho y a otros les ha disgustado: “¿Cómo puede ser esa barbaridad, ¿cómo puede ser que diga que orinan plástico?” Decía un entendido: “Estarían todos los niños en el urólogo, eso sería una locura”.
Pues mira sí, desgraciadamente es una locura. El 100% de la población española tiene en su orina bisfenol A y ftalatos. Y el origen es, entre otras cosas, la exposición de esos niños a plástico: por vía alimentaria, digestiva, dérmica, de cosméticos… Lo que quieras pero al final esos monómeros o aditivos de plástico están dentro del cuerpecito de todos los niños españoles.
Y se eliminan por orina porque muchos de esos compuestos no son acumulables, pero es un enorme problema. Es un problema sanitario de primer orden. Es un problema que preocupa mucho en la UE y que necesita una solución. Y no ese desprecio por parte de algunos.
Alguien llegó a decirme: “¿y usted qué mea, doctor?”. Pues yo también meo bisfenol A, pero afortunadamente cuando era niño no lo meaba.
Y eso no lo vamos a poder decir de gente joven que ha estado expuesta al bisfenol A y los ftalatos desde antes de su nacimiento, desde que era un embrión o un feto.
Y eso no debería haber ocurrido, te lo digo muy serio. Hay generaciones completas que están expuestas desde antes del nacimiento, durante la infancia, adolescencia y juventud. Las consecuencias de esa exposición están por verse porque lo que hemos visto por el momento son las consecuencias de la exposición de los adultos, de los que llevamos 30 o 40 años expuestos pero ya éramos unos individuos desarrollados.
Uno de los grandes problemas de la UE y de todos los que estamos metidos en el ajo es saber qué es la que nos viene encima, qué viene de una exposición que ocurre a un individuo durante toda su vida.
De hecho nosotras somos de esa generación, nuestras madres seguro que utilizaron productos químicos en el embarazo…
Y sin ningún tipo de restricción. Cada vez que la administración europea restringe o prohíbe un compuesto (el 30 de julio de 2011 el BPA en los biberones o el 1 de enero 2020 el BPA en los tickets) parece que hasta ese día no ha pasado nada. Ya no va a ocurrir esa exposición pero nadie se hace responsable de la exposición ocurrida hasta ese momento. Pelillos a la mar.
Pero hombre, tendrás que hacer un seguimiento de aquellos que resultaron expuestos y ver las consecuencias de esa exposición. Eso es muy serio, alguien tiene que asumir esa responsabilidad.
Y sin embargo, aun conociendo esta información, en las salas de pediatría nos encontramos con juguetes de plástico y en los colegios nuestros hijos juegan con pinturas sintéticas o en el comedor les sirven bandejas de poliestireno, ¿necesitamos un cambio de mentalidad de todos los profesionales para proteger a la infancia de los tóxicos?
Absolutamente. Eso que tú estás hablando tiene que incorporarse en la práctica diaria, que todavía no ha ocurrido. Hay algunos profesionales, compañeros pediatras, obstetras, ginecólogos, que tienen gran interés y han empezado a estudiar qué estaba ocurriendo y cómo modificar los procedimientos y protocolos para que incorporen medidas de prevención de la exposición.
Pero otros muchos no. Algunos porque esto no se enseña en la facultad de medicina, otros porque les parece una situación alarmista y prefieren esconder la cabeza debajo del ala y pensar en una medicina diagnóstica y terapéutica que tenga poco en consideración la parte preventiva. Entonces es una labor nuestra, ya que somos profesores de la facultad de medicina, incorporar esto al conocimiento médico, tanto en las facultades antes de acabar el grado como en las especialidades médicas.
Pero está claro que es una asignatura pendiente. Formar a la población sanitaria en factores de riesgo y prevención de la exposición ambiental, fundamentalmente la exposición química.
En ese mismo artículo escribíamos “estamos experimentando con el plástico sin saber qué consecuencias exactas tendrá en las generaciones más jóvenes”. Pero después de leer su libro, nos ha quedado una sensación amarga de que lo que está en juego no son solo las generaciones más jóvenes sino incluso las generaciones de un futuro lejano, que incluso no han nacido ¿es así?
Absolutamente. Es un problema que los genetistas vislumbraron años atrás y es lo que ocurre cuando existe una exposición de una mujer embarazada. Cuando ocurre la exposición a una sustancia hormonal no solo se expone ella, sino el embrión y las células germinales que ese embrión tiene en su ovario, por ejemplo.
Entonces la exposición influye sobre la generación madre, hija y nieta. De tal manera que las consecuencias serán visibles en su descendencia, sin que sea una causa genética en el sentido estricto.
En cuanto al tema reproductivo, ¿qué tienen que ver los disruptores endocrinos con temas como la infertilidad o el aborto?
Cualquier sistema hormonal puede verse modificado por los disruptores endocrinos. Es cierto que nosotros empezamos investigando los estrógenos y los andrógenos, las hormonas sexuales masculinas y femeninas. Parecería que todo estaba restringido a cáncer de mama, fertilidad en la mujer y mala calidad espermática en el hombre, o endometriosis en la mujer y cáncer de testículo en el hombre. Eso era todo en torno al sistema hormonal estrogénico y androgénico, y dentro de ese contexto estaba la infertilidad de la pareja, dificultades para el embarazo por causa del varón o la hembra.
Pero cualquier sistema hormonal también se puede ver involucrado. Y lo más llamativo en los últimos años es la disrupción endocrina tiroidea que afecta al desarrollo cognitivo del niño, a su cerebro, y está relacionado con enfermedades como déficit de atención, hiperactividad, autismo o problemas más graves. La disfunción tiroidea entra dentro del espectro de posibles afectos de las hormonas exógenas, de estos disruptores endocrinos.
Hablando de la infancia, una de las conclusiones que más nos han impactado de tu libro es la que asegura que, durante el embarazo y lactancia, parte de los tóxicos acumulados por la madre durante toda su vida pasan al bebé. ¿Cómo podríamos evitarlo?
Nosotros distinguimos dos tipos de contaminantes químicos: persistentes y no persistentes. Los no persistentes tienen una base de exposición diaria, del plástico que estás consumiendo, y los persistentes son por exposiciones que ocurrieron alguna vez en tu vida y como son de muy difícil metabolización acaban acumulándose en los tejidos, fundamentalmente en el tejido graso, adiposo, como pasaba con el DDT y con pesticidas organoclorados o los mismos PCBs. Entonces cada individuo va acumulando una carga interna.
Esa carga interna puede mobilizarse (nota de Sinplástico: eliminarse del cuerpo) en procesos por ejemplo de pérdida de peso. Pero eso ocurre de forma natural en el embarazo y la lactancia. Y eso supondría una exposición del feto y el embrión a compuestos químicos que la madre ha acumulado.
La parte más dramática es que la madre puede tener mucho cuidado a no someterse a esta exposición química durante el embarazo pero esa exposición puede haber ocurrido con anterioridad en su vida, no durante los propios meses del embarazo.
¿Cómo evitar eso? Pues probablemente siendo cuidadosos con la exposición de la población en general, sobre todo de los individuos jóvenes, porque esas mujeres jóvenes son quienes van a tener hijos. En vez de miedos o remedios de carácter personal, lo que tiene que hacer la administración es favorecer la prevención de la exposición con carácter general.
Pero no hay ningún medio práctico ni real para desembarazarse de los contaminantes que ya llevas dentro. Con carácter experimental se ha hecho en algunos casos pero es una cosa muy restringida y de carácter muy limitado. No es útil para la población general.
En tu libro hablas del concepto de “cóctel tóxico”, ¿podrías explicarnos brevemente en qué consiste?
A la hora de hacer el registro para la puesta en el mercado de un compuesto químico, se hacen estudios en animales, en experimentación… que son para ese compuesto, de tal manera que se caracteriza la dosis de riesgo y las cantidades que no deberían ocurrir en la exposición para compuestos individuales.
Pero la realidad del individuo no es esa. La realidad es que uno está expuesto a cientos de compuestos químicos que entran por diferentes vías y convergen en tu organismo, que es un verdadero sumidero de todo lo que hay en el medio ambiente. Entonces la lógica te exige que consideraras el efecto combinado dentro de tu organismo de todos estos compuestos. Eso es lo que conocemos como el efecto cocktail.
Y desgraciadamente eso muy rara vez o nunca se ha considerado porque se evalúan los compuestos de forma individual. No corresponde a la realidad de lo que está ocurriendo, que es la exposición a múltiples compuestos.
Tradicionalmente las mujeres han utilizado más productos de belleza e higiene personal que los hombres, ¿somos las mujeres un colectivo especialmente vulnerable a ese cóctel tóxico?
Pues mira, creemos que sí. Cuando hemos analizado todos los datos recogidos hasta el momento en los disruptores endocrinos, parece que la gran perdedora de esta historia es de nuevo la mujer.
No solo por sexo, por tu condición de mujer XX, sino por género. Es decir, por los trabajos o atribuciones que te ha dado la sociedad.
Cuando ves las enfermedades atribuidas a esta exposición química, tanto las relacionadas con los estrógenos son mayoritarias, como las generales: sensibilidad química múltiple, hipotiroidismo, hipovitaminosis b… Toda una serie de enfermedades en las que reconocemos como culpable a esta exposición química son más frecuentes en la mujer.
Probablemente por sus características particulares: ciclicidad, menopausia, menarquia… Hay una serie de características que hacen a la mujer mayor blanco de las hormonas y, por lo tanto, tiene mayor riesgo de exposición química.
Clarísimamente, si uno tuviera que empezar por alguien, tendría que empezar por la mujer. Independientemente de que la mujer decida o no ser madre.
En tu libro recoges multitud de evidencias científicas que muestran que la contaminación existe y está afectando a la población en este mismo momento. ¿Por qué se siguen comercializando entonces productos con componentes disruptores endocrinos?
Porque la legislación de disruptores endocrinos no existe como tal. La lucha desde el 2010 hasta ahora es la implementación de tests específicos de actividad hormonal para cualquier compuesto químico que se ponga en el mercado que nos ayuden a identificar cuales son los disruptores endocrinos.
Ha habido una resistencia terrible por parte de la industria y de los productores: de que esos tests no eran apropiados, de que no se cuenta con ellos… y no es así. Sí se cuenta con ellos y son apropiados. No quieren que se estigmatice a un compuesto químico debido a su actividad hormonal.
Admiten que los compuesto químicos se puedan marcar como carcinogénicos, como mutagénicos o como tóxicos para la reproducción (CMR), pero la disrupción endocrina no ha conseguido abrirse un lugar. El simple hecho de la actividad hormonal de un compuesto no quieren algunos que se identifique como un riesgo de enfermedad.
Esa es la gran resistencia a que haya una legislación específica en disrupción endocrina, demandada por el propio parlamento europeo desde el 2013 pero que, por el momento, no se ha implementado.
¿Cuál es el papel de la industria química en la legislación, en que un producto se apruebe como seguro o no?
La industria química es muy responsable porque europa no tiene laboratorios oficiales para estudiar la toxicidad de los compuestos, de tal manera que, cuando se establecen unos criterios de toxicidad, son los propios laboratorios o las propias industrias proponentes de los compuestos químicos las que se encargan y costean todos los ensayos exigibles y presentan sus resultados, que son evaluados por un país o varios países, porque europa no tiene esos laboratorios para hacer la tarea que la industria está haciendo.
Es un compromiso enorme. La clave está en qué es exigible para dar el visto bueno a que un compuesto pueda ser utilizado en el medio ambiente. Entonces, lo que la administración hace es intentar apretar las tuercas y ser más estricta en los criterios de permisividad para que los compuestos pasen al medio ambiente.
Pero la industria está comprometida en eso, lo que se necesita es que los políticos tengan aún más compromiso y apliquen el conocimiento científico a la regulación cada vez más estricta de los compuestos que nosotros sabemos que son disruptores endocrinos.
Ante esto, ¿qué se está haciendo a nivel gubernamental para proteger a la ciudadanía?
Pues mira, lo más importante es saber que la mayor parte de las decisiones para países como España se están tomando en la UE. Y el parlamento europeo, la comisión europea y el consejo europeo son los órganos en los que se está discutiendo la disrupción endocrina,
El parlamento es votado libremente, elegido, los representantes se reúnen, establecen sus prioridades y le exigen a la comisión que lleve a reglamentos concretos todo lo que los parlamentarios están pidiendo.
Este proceso está ocurriendo de forma terriblemente lenta. Se está demorando enormemente el proceso de que el parlamento europeo transfiera a la comisión la responsabilidad de establecer las normas, decretos y las leyes para que sea más restrictivo el uso de los compuestos químicos que tienen actividad hormonal.
Lo que los españoles podemos hacer es presionar a nuestros diputados europeos para que sean más demandantes y estrictos y que la comisión implemente las normas de forma más ágil.
Durante estos 10 años, quizá 20 hay una financiación de la UE a grupos de investigación para que produzcamos datos fiables sobre los efectos en la salud de estos compuestos. La investigación se ha hecho con dinero público, se ha publicado en revistas científicas del mayor nivel, se ha leído a los políticos y faltan la decisión política y administrativa para que se implementen medidas de protección de la población.
No hace falta más investigación. Hace falta más coraje y más decisión en esas discusiones políticas donde se está jugando el futuro de la población.
Al final de su libro ofrece una guía muy útil y detallada para reducir nuestra exposición a los disruptores endocrinos. ¿Podría dar unos consejos breves para que las personas que lean esta entrevista empiecen hoy mismo a evitar los tóxicos?
Lo primero, es que esto es una carrera de fondo. No hay que agobiarse ni hay que tener quimofobia. Los compuestos químicos nos han dado muchas cosas buenas: antibióticos, fármacos… es un asunto de cautela, de prevención de la exposición a aquello que nos parece suficientemente probado.
En alimentación está claro: que el origen de los productos, tanto agrícolas como ganaderos, sea de producción responsable o ecológica. Cuanto menor sea el residuo de compuestos químicos en los alimentos, mejor para el consumidor. Comer de producción ecológica, de cercanía, de temporada y productos frescos frente a procesados asegura una muy importante reducción de la exposición a contaminantes químicos tipo pesticidas o fertilizantes.
Otro consejo es cocinar en casa: si cocinas en casa con materiales de buena calidad te ahorras los aditivos y el proceso de embalaje alimentario de los alimentos procesados: barquetas, plásticos, cartones y papeles reciclados o papeles anti-grasas.
En el consumo de agua, reducir el agua embotellada al máximo y exigir que el agua de tu grifo sea de la mejor calidad.
Hay una enorme campaña de desprestigio del agua del grifo en todos los municipios y aparecen noticias como la del otro día de los compuestos organoclorados y el cáncer de vejiga en españa. Y hablaba de 800 casos en España y somos 45 millones de habitantes. Y no hablaba del tabaco, el mayor causante del cáncer de vejiga. Hay que ser honestos en esos casos. Lo que tenemos que exigir es que se opte por agua de alta calidad a un precio justo y no a un precio de oro. Mil litros de agua del grifo en Granada valen dos euros y medio, y dos litros embotellados pueden costar dos euros y medio. El agua del grifo es terriblemente barata, son mil litros dos euros y el agua embotellada no tiene mayor seguridad que la del grifo.
En cuanto a cosméticos y productos de cuidado personal, ya hay listas de sustancias que no nos gustan en los cosméticos: algunos filtros ultravioleta tipo parabenos y oxicinamatos, la presencia de parabenos y benzofenonas, la presencia de siliconas… que en muchos cosméticos de líneas eco ya están suprimidos. Una mujer en españa puede utilizar entre 14 y 16 cosméticos diarios, son una fuente muy importante de exposición.
En cuanto a la casa o el auto, nos interesa eliminar los contaminantes en el aire interior. En el aire interior hay tantos contaminantes disruptores endocrinos por las cocinas de fuego que producen hidrocarburos aromáticos policíclicos, los ambientadores que tienen componentes como los ftalatos, o el polvo de casa, que contiene policromados de la electrónica que está encendida todo el día (televisor, router, ordenador).
La recomendación es airear la casa 15 minutos por la mañana y por la tarde. Si tu calle tiene mucho tráfico procura hacerlo en las horas de menor tráfico y aspirar en lugar de barrer. Y con eso estás eliminando gran parte de los productos que vienen de los textiles, tapicerías, ropa o electrónica.
En el coche, hay compuestos volátiles policromados, perfluorados y flatalatos que tienen ese olor a coche nuevo, provocado por sustancias químicas que no nos gustan. Lo importante es airear, como cuando pintas la casa o compras un mueble nuevo que contiene formaldehído.
Después, en jardinería y animales, buscar productos más amistosos, que estén regulados tanto en el veterinario como en el jardín o el huerto. Si cultivas, mejor hacer un huerto ecológico.
Y por último, la recomendación específica para la mujer que quiere tener hijos, empezar a cuidar la exposición desde antes del embarazo. Tener cuidado también con los productos del cuidado del niño y lavar su ropita antes de usarla.
Estas son todas medidas muy sencillas pero que no las han transmitido en el momento oportuno.